Nos levantamos preparados para ver Horseshoe Bend, un lugar tremendo del lago Powell por donde el río colorado hace como una forma de herradura, de ahí su nombre.
Nos hemos dado cuenta de la gran población de indios que hay en los estados de Utah y Arizona. Aquí muchos de los negocios están gestionados por ellos y los lugares de visita también controlados los accesos para hacer de ellos una forma de buscarse la vida. Tanto en el cañón del Antílope como aquí, hay que llegar con unas camionetas que conducen ellos, por supuesto con precio pago.
Tras la visita a las vistas de la enorme herradura, nos fuimos a ver el majestuoso Cañón del Colorado.
Para acceder a el, elegimos el South Rim uña acceso que tiene las mejores vistas del cañón a menos que te lo hagas en helicóptero.
Al entrar vimos una vez más como no había guardas forestales. Ya por fin hemos entendido que Trump ha mandado a casa sin sueldo a casi un millón de funcionarios hasta que le aprueben el presupuesto del vergonzoso muro con Méjico.
En fin, disfrutemos de las vistas que la erosión de viento, agua y movimientos de fallas han dejado en este cañón de 460 km de largo, unos 12 km de ancho y en algunas partes 1.600 metros de alto. Un paraíso digno de visitar.
Al anochecer nos fuimos a dormir Flagstaff donde comenzaremos nuestro recorrido de la ruta 66. Según nos íbamos pudimos ver a ambos lados de la carretera enormes alces que cruzaban sin temor al paso de los coches. Un regalo extra que no esperábamos.


















